¿Por qué volví?

Am Sande, la plaza principal de Lüneburg - Fotografía obtenida de fotocommunity.de.
Am Sande, plaza principal de Lüneburg – Fotografía obtenida de fotocommunity.de.

Llegué a Lüneburg (Alemania) hace un año por casualidad. Yo quería hablar francés en Bélgica, pero el destino me tenía reservados otros planes. Pasé un año maravilloso en el que aprendí a cuidar de mí misma y a conocer este país que me acogió con los brazos abiertos desde el primer momento.

Y ahora hago un alto en el camino. Y pienso. De nuevo me encuentro en Lüneburg, pero entre otras paredes y con una situación completamente distinta. Terminada mi andanza por Ciencias de la Información, y con una licenciatura en Periodismo bajo el brazo, vuelvo al lugar que fue testigo de miles de pequeñas batallas y aventuras de Erasmus.

Pero… ¿Por qué volví?

Volví por sentir de nuevo el viento fresco del Norte al salir de casa, que despeja y cura el alma. Volví para sentirme reina del mundo pedaleando en bicicleta. Volví para perderme en bosques verdes o dorados o marrones o desnudos. Bosques altos que me hacen mirar hacia arriba asombrándome de mi pequeñez. Volví para probarme a mí misma en otro nivel: el de trabajar para vivir en vez de estudiar para mi futuro. Volví para seguir comprendiendo los entresijos de esta lengua suya, que me mata y me motiva al mismo tiempo. Volví por comerme un Franzbrötchen* más y por contemplar la nieve cayendo tras la ventana con una taza de té caliente entre las manos y una manta en los hombros. Volví para tomar otra vez Glühwein* en un Weihnachtsmarkt* mientras el frío arrecia. Volví para enloquecer en los días de Sol. También para empaparme con una tormenta de otoño, invierno, primavera o verano. Volví para ver todos los campos pintados de mil verdes. Y volví por él, que cuelga todos los días el cartel de “Sonrisa” y hace que hoy sea mejor que ayer.

Nadie me garantiza que todo vaya a salir a la primera. Nadie puede prometerme que vaya a vencer en todas las luchas. Nadie puede decirme qué va a pasar mañana. Pero en Madrid ya cargué mi maleta de esperanza, ganas, paciencia y constancia. Y pienso disfrutar del camino, dondequiera que me lleve. Tengo la enorme suerte de haber tomado esta decisión por «querer» y no por «tener que». Y mientras tanto trataré de transmitir fielmente con mis ojos lo que veo desde aquí, desde el frío Norte de Alemania. Desde este pequeño pueblo de casitas de cuento, cerveza de trigo y habitantes de casi cualquier confín.

*Franzbrötchen: es un pastelito típico de las ciudades del Norte de Alemania, especialmente de Hamburgo. Por fuera se parece mucho a un croissant, pero la masa es de hojaldre. Es dulce y sabe a canela.

*Glühwein: es el típico vino caliente con especias que se toma en el Weihnachtsmarkt* (mercado de Navidad) durante el mes de Adviento que precede a las fiestas navideñas.

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Iciar Serrano

Iciar Serrano

Madrid 1990. Licenciada en Periodismo. Estudiante de Profesor de Español como Lengua Extranjera en el Instituto Cervantes de Hamburgo (Alemania). Adoradora de atardeceres, olas de mar y tazas de té. Buscadora insaciable de acordes que me roben el aliento. Perdida siempre en letras, ya sean de tinta o tecla, leídas o escritas. Karateka, aprendiz de bajista, actriz teatral amateur, cinéfila, entusiasta de los idiomas y cocinillas. Bienvenidos a la pequeña burbuja desde la que miro el mundo.

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