Enciende la grabadora, esto sólo voy a repetirlo una vez.
Debo confesarte, a ti,
que nunca me conocerás
que todo lo que bebo por olvidar
termina rebotándome realidades a la cara.
Esto es un día cualquiera, más,
pero otra vez en la peor semana.
Hace un tiempo que empecé a tenerle miedo al insomnio, y admito
haber tenido que fingir algún que otro sueño.
Siempre dije que es fácil perderse sin algo por lo que luchar
y yo lo intenté, siempre, lo juro,
buscar algo más, por lo que no rendirme.
No, no me has entendido, el perdón
siempre es para quien no lo necesita.
Yo me juego los equilibrios a un dado trucado, he jugado a las cartas con la parca, y hasta la muerte
se ha cansado de mis justificantes.
Yo sé qué va a pasar
yo elijo quedarme con el tono sepia calado en los huesos,
no quiero enterrar a más demonios,
no quiero sobrevivir a ninguna sonrisa más.
Lo hice mal, no estuve a la altura
me dejé llevar y, sin quererlo,
nos convertimos en la tormenta de la que, precisamente,
huíamos.
Ahora apaga la grabadora
Igual sólo buscaba bajar la guardia
una vez más,
hace tiempo que acepté mi destino,
el peso del parche, ser el malo
de la película:
No hay finales felices para mí.
Esto fue como parar una bala juntos.
La paramos, sí,
pero uno de los dos tenía que ponerse primero.
Desde entonces, mi sombra es un amago de silueta de tiza en el suelo.
He sobrevivido a mi propia existencia,
y ya estoy cansado de vivir como un perro
que ha sobrevivido a demasiados amos.
Tanta palabrería para acabar aclarando
y sentenciando, que este poco tiempo
que me queda
lo quiero pasar contigo cerca, aunque no me conozcas.
Creceréis odiándome,
es mi legado, es lo único bueno que os dejaré:
un mal
ejemplo.
No te preocupes
te aseguro que, para el final del día, todo habrá acabado.
Ya lo tienes todo, tú sabrás
qué hacer
¿Que qué ocurrirá al final del día?
Que, por fin,
los tipos malos,
van a perder.