Las despedidas, como el olvido, siempre duelen dos veces.

Se acaba. Hoy ponemos un punto y aparte al tiempo. Y decimos adiós con la mano larga al año. Adiós a todas las cosas que vinieron sobrevolando, a las que brotaron del interior, a las que intentaron echar raíces en algo de ti que aún no conoces.

Si lo piensas tendrás diferentes sensaciones, diferentes perspectivas sobre esos 365 días, en la que podrías hacer un resumen de apenas cinco de ellos. ¡Y cómo huele a playa, y el calor de las sábanas, y las espaldas, aquellos lienzos infinitos! Y es que el año tiene muchas caras, unas que aún sigues evitando, otras demasiado oscuras como para pensarlas, algunas son preciosas, y otras son geniales.

Y aquí estoy. En el abismo de éste año, mirando el precipicio del que viene. Haciendo balance del trazado que marqué con decisiones y caídas, con aciertos y con costumbres, con los malos hábitos y los vicios que arranqué del pasado para convertirlos en un torrente inmenso de creación y de libertad. Jamás supe que se podía volar y caer tan rápido, jamás supe que el dolor y la verdad van de la misma mano, y a penas sabía que la vida, era lo que es ahora. Lo comprendí, y el precio, para ello a veces es demasiado caro.

Y si te digo que mañana es el quizá, el ojalá, el inevitable deseo del tiempo de ponerme en el lugar que quise, o que hicieron para mi, me mirarás con cara rara, y repetirás en tu interior “está como una cabra”. Y en efecto lo estoy. Se necesita un poco de insensatez para vivir una vida llena de sí misma. Lo demás, sabes que es todo una gran mentira y un gran sofá.

Y puede que me esté despidiendo, aún no sé si digo adiós o doy la bienvenida, porque el tiempo es así, nunca sabes si vienes o vas. Y es que el olvido es un ejercicio inmenso, una guerra entera contra ti misma, un caerse continuo en el mismo agujero. Y una jodida desesperación. También es absurdo. Y es con lo último con lo que me quedo. De nada de lo que hice me arrepiento. Aprendí más con la bofetada, que con el camino de rosas.

Y por favor, recuerda: no hay destino. Y sueña. Que el equilibrio del mundo está en las sonrisas. Y entrégate a la vida, que nada de ella merece menos de un 100%. Y sé libre, siempre y por encima de todo. Y viaja para sentir el viento de cara, el aire fresco, las nuevas caras, lo excitante de una vida que no era como pensabas. Es increíble lo sorprendente que puede ser todo. Y en definitiva, si cumplimos todo ello, todo esto habrá tenido sentido, incluso éste año. Y así podremos besarnos en otros besos, dormirnos en otros brazos, congelarnos de frío en otros portales. Y podremos echar a volar en una carretera jamás soñada, y bañarnos en algún que otro mar aún no descubierto. Y lo mejor, podremos siempre construir algo nuevo, algo que dure para siempre, algo que haga que el siempre se construya día a día, batalla a batalla, sonrisa a sonrisa, amor por amor. Algo que sin excusas te haga soltar una carcajada, o bailar, o gritar, algo que no necesite de mentiras, si no de verdades, algo que no cueste, sino que nos libere eternamente.

Así es como yo quise viajar por los días. Y aquí resbala ese sueño, 2014. Así es como acaban algunas cosas que no fueron, que soñaste, y que se difuminaron con el viento. Así es como algunas cosas se quedan en este año, en ese punto. Así es como dejamos paso una vez más al despertar.

Sonríe, el infinito nos espera detrás de todo ello. Y si lo has hecho, sabes que habremos ganado.

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Paula López Montero

Paula López Montero

Nací en 1993, lo demás es historia

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