Carlos Salem: Jam Sessions. Que nueve años no es nada.

En el primer trimestre de 2006 abría sus puertas el Bukowski Club, un bar y punto de encuentro cultural que reunía lo mejor y lo peor de ambos conceptos. En Madrid y en cualquier ciudad de España, si escribías poesía y no habías publicado, o ibas por la vida huérfano de padrinos, solo podías leer en el salón de tu casa (siempre que no hubiera visitas).

Algunos locales de Lavapiés (desaparecidos, por desgracia, como Artépolis o Amargord), organizaban veladas poéticas abiertas a poetas emergentes, y Jesús Malia, Paco Sevilla, y Bolo (y alguno/a más que olvido, perdón, perdón, perdón), iban detectando poetas y los alentaban a participar.

Modestamente, Inés Pradilla y yo pensábamos que había que dar un paso más, que las calles estaban llenas, si no de poetas, de gente que escribía poesía, que como diría Silvio Rodríguez, no es lo mismo pero es igual.

Así nacieron las jam session de los miércoles en el Bukowski Club.

¿Requisito?

Traer tres poemas propios y leerlos en el escenario.

¿Recomendaciones necesarias? Ser humano o al menos parecerlo.

¿Filtro?

El de los cigarrillos, que aún no nos habían impuesto la Ley antitabaco.

Las primeras semanas, cuatro o cinco conocidos nos acompañábamos mutuamente.

Luego algo ocurrió.

Maravilloso.

Sorprendente y no.

La gente se enteró de que había un lugar donde podía leer sus poemas.

Escuchar y ser escuchados.

Así de simple.

carlos salem - bukowski club
Recital en Bukowsky Club

Y empezó a peregrinar, en procesión de felices pecadores impenitentes, cada miércoles al Bukowski Club. Pronto eran docenas los que leían sus versos sobre el mínimo escenario. El resto es historia que acaso nunca se escriba: muchos poetas hoy conocidos que empezaron allí, decenas de libros cuando publicar un libro de poesía era casi imposible, y varias editoriales nacidas al calor (y el vapor alcohólico) del Buko.

Han pasado nueve años y las jam session proliferan en Madrid (Diablos Azules los martes, Aleatorio los miércoles, Vergüenza ajena los jueves, El Dinosaurio los domingos, y seguro que se me escapa más de uno y me odian para siempre, pero mi memoria nunca ha sido lo que era). Y en muchas ciudades de España se realizan jams (o micros abiertos, monta tanto), una o más veces al mes.

Otras modalidades de traer la poesía desde la calle, como el Poetry Slam, gozan de excelente salud, y no cesan de aparecer nuevos formatos.

Las redes sociales y en especial Twitter, son felizmente culpables de que en los recitales de poesía hoy se cuelgue a menudo el cartel de “completo”, o haya que hacer “dos pases”, como si de una obra de teatro se tratara.

Mucha gente joven se asoma a la poesía para leerla, escucharla o intentarla.

A menudo me preguntan en entrevistas: “¿Es esto positivo?”

Y yo respondo: “¡Es cojonudo!”

Cada poeto o poeta que se arriesga al verso, es un tronista menos.

Cada chico o chica que quieren ser Escandar Algeet o Elvira Sastre, apuestan por sentir en lugar de calcular.

carlos salem 2 - Heitaria
«Aller Simple» – Carlos Salem

Me dicen que el fenómeno “fan” se está descontrolando, que hay demasiada poesía facilona y genital. Y yo contesto que tal vez, pero eso durará lo que un mal polvo, porque lo genital, si se hace bien, es de todo menos fácil.

Algún compañero veterano de estas batallas (y otros/otras demasiado bisoños para sentirse veteranos/as), comentan en corros, con aire de superioridad, que “en las jams ya no hay nivel”, dando a entender que cuando ellos participaban, sí había “nivel”. Y yo, con ánimo conciliador, les digo:” ¡Vete al carajo!, ¿has olvidado cuando no eras nadie o nadie sabía quién eras?”

Porque una jam es eso, ni más ni menos. Una expresión poética libre y libertina, donde cada uno va a compartir y aprender, si le da la cabeza para ello.

¿Que si me gusta todo lo que escucho en las jams? No.

¿Qué hay gente que solo busca el aplauso rápido, la fama de barrio y- si cuela- un polvo al paso? Bastante.

Pero yo me quedo con la honesta mayoría que expone sus poemas y, como yo, tantos años después, sigue aprendiendo de los demás.

¿Que la poesía parece ahora una moda?

Puede ser. Como digo siempre, cuando baje la espuma veremos cuál era la altura real de la ola.

Mientras tanto, sigamos surfeando versos sin complejos.

 

Carlos Salem.

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