Secreto a voces

…O todavía.

Escandar Algeet

Fingimos que la mala suerte era un bache necesario, y llegó el día

en el que sólo nos preguntábamos el color del abrigo con el que nos iba a abrazar,

la tristeza, esa misma noche.

Como si todo, a las cinco de la mañana,

le quitara cualquier pequeño sentido que le hubiéramos dado, de día, al sol.

Cansados de presenciar milagros a pie de calle y decepciones entre las nubes,

asfaltamos el miedo haciendo, de la vida,

una carretera de un único sentido.

Esperanza, lo llamamos,  sí,

y, otra vez, nos dejamos la cara y las manos por un dios

que, en el fondo, todos sabíamos que no existía.

Y pintaron de rojo y dibujaron cuernos, a todo el que quiso oponerse.

Pero si ellos son el demonio, lo siento, pero está claro

que elegimos mal el bando.

El olvido debe llevar un vestido de infarto

porque cada cuatro años volvemos a meternos, obedientes, en su aserradero,

y el mismo serrín de hacer con nosotros lo que quieren,

es el que usan como confeti en sus fiestas, nuestras pieles

tapizan sus deportivos, y ya no nos queda más que aceptar que somos

nuestra principal razón, causa, excusa y motivo para ser tan absurdamente

dóciles.

Pero ahí fuera siguen sueltos los hijos del hermano bastardo, escondidos

en torno a sus hogueras, haciendo sonar sus tambores

para recordarnos que estamos en guerra.

Los que cuentan el gran secreto a voces: Que las heridas en las manos valen más

que cualquier título nobiliario.

Ahí fuera, siguen los que tuvieron que cargar, como una droga cualquiera,

con una mala reputación,

los que no van a rendirse hasta ver el mundo, su mundo, arder.

Los que hacen de la madrugada un buzón de reclamaciones a la vida.

Ahí fuera siguen, pintados de rojo

con la sangre de cientos, ahí

fuera, siguen, con los cuernos de corretear tanta mentira.

Y como decía, si ellos son el demonio, perdona que les diga,

está claro que elegimos mal el bando.

Así que no lo olvides, la próxima vez

que te cuenten como a un simple número,

que dios los cría, sí.

De acuerdo.

Pero ellos, nosotros,

somos los que los esquivamos.

COMPARTIR EN:

Pablo Benavente

Pablo Benavente

1989. Gaditano por nacimiento, apátrida por convicción. Préndele fuego a todos los clavos que quieras, que yo me voy a agarrar a los mismos.

Sigue la cultura

Suscríbete a nuestra newsletter para estar a la última en las noticias culturales de dafy.magazine

logo_iso_dafy_magazine_2022

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más entradas

Arte

Bucle.

¡Buenos días! Hoy os traigo una ilustración que hace referencia al año nuevo, y a los propósitos que año tras

Leer más »