Hoy he oído hablar del materialismo de las emociones.
De hablar con el corazón lleno y la boca vacía. Del saber estar de unos ojos que dicen más que muchos libros.
He creído entender entonces, que de nada sirve acumular deseo, que de nada ayuda tener más orificios de entrada que cualquier diana, que de poca utilidad es barrer siempre hacia fuera cuando siempre llueve por dentro.
No sé, quizá me he hecho un lío con todo esto de besar, follar, amar, utilizar o servir. Es decir, que tengo el pecho lleno, pero que depende de la perspectiva.
Que el cansancio suma, que los gemidos también restan, que si me miras desde el ángulo correcto, podrás ver la pared tras de mí y el cartel que anuncia que ya no hay entradas.
Sold out.
Vengo a contaros que jamás aprendí a despedirme y que atrinchero tras una puerta que ya no me abre, que no te cierras, que no se cura.
Que nunca, aprendí a decir nunca.
Que siempre me olvido de esto.
Que vuelvo a ti
siempre,
que no sé irme
nunca.