Un día llegaste al bar en el que solíamos encontrarnos,
pedimos dos vasos de vodka con limón
y me dijiste que te irías a otra ciudad.
Nos miramos por un rato en silencio
luego hablamos de cosas normales
sin mucho sentido.
Me fui sin despedirme
cuando fuiste a los servicios a lavarte las manos
pero te acompañé a mudarte la semana entrante.
La ciudad te encajaba o tú a ella
yo me engañé disfrazando al instinto.
Pero el último día lo supe mientras me vestía
y la luz del sol se hacía insoportable a través de tus ventanas sin cortinas:
hay personas y ciudades que uno no volverá a ver.
Te di un beso en la mejilla
tan impersonal y tonto
después de abrirnos las piernas
tantas veces
y sonreímos antes de que los besos se volvieran abismos.
Ninguno de los dos supo perder,
pero eso no nos hizo ganadores
y te odié,
acumulé la rabia
y te escribí poemas.
Tú seguiste en tu nueva ciudad
yo me mudé mucho más lejos
ahora son otros dos los que se sientan a tomar vodka
en aquel bar conocido
yo no he vuelto
ya no sé si pongan las mismas canciones
pero te sigo odiando
solo para poder seguir escribiendo.