«(…) Sayuri tenía claro que prefería dictar sus memorias a escribirlas ella misma, porque, como me explicó, estaba tan acostumbrada a hablar cara a cara que no sabría qué hacer si no hubiera nadie escuchándola en la habitación. Yo acepté, y el manuscrito me fue dictado en el transcurso de dieciocho meses. Hasta que no empecé a preocuparme por cómo traducir todos sus matices, no fui plenamente consciente del dialecto de Kioto que empleaba Sayuri – en el que las geishas se llaman geiko, y los kimonos, obebe-. Pero desde el principio me dejé arrastrar a su mundo…»
Memorias de una Geisha, Arthur Golden
Ilustración: © Bett