
Que te gusta vagabundear sola por la noche, que nunca has sabido lo que quieres y que siempre estás queriendo algo. – Carmen Laforet
Supo que no sabe sonarse los dedos y adora pronunciar la palabra «lunar» (le parece muy sexy).
Supo que tiene artes adivinatorias.
Supo que no sabe besar sin morder ni leer sin subrayar.
Supo que le fascina descifrar el origen de las palabras.
Supo que necesita un café en la sobremesa y que le tiene terror al amor.
Supo que odia los títulos y se le contagian los bostezos.
Supo que sueña cosas efímeras y que las perdurables le parecen imposibles.
Supo, leyendo un consejo, que es muy dura consigo misma.
Supo que no sabe disimular.
Supo que su cerebro funciona como un filtro que otorga los horarios de llorar/no llorar.
Supo que no le gustan las personas que no saludan y que sale mal en las fotos.
Supo que se aburre de pedir una noche y recibir 30 minutos. De pedir, en general, se aburre.
Supo que todo, absolutamente todo, se arregla con una copa de vino (excepto el hígado, supongo) y que prefiere esgrimir besos que espadas.
Supo que le da miedo y también ganas, también miedo con ganas.
Supo que no es más que un montón de palabras cualquiera, escritas en un lugar cualquiera sin la intención forzada de hacer poesía o alguna otra tontería que la haga ser (parecer) artista.
Supo que era de viento y fuego y ahora se siente como de cartón.
Supo que no se trata de amor o de desamor, de vida o de muerte, sino de una mujer buscándose.
Supo que estuvo mal irse, pero estuvo peor que no la detuvieran.