Que no te vayas más lejos
de donde hace frontera mi piel
con el resto del aire
cuando me halle abatido
porque mis orgasmos hayan sucumbido
a la locura de tus manos.
Que me abraces por detrás
y sostengas mis miedos
y mis suspiros
mientras batallo entre irme
o quedarme en tu pecho
a vivir para siempre.
Que me beses
como lo hace la vida
cada vez que el sol amanece,
y que viajes por mi espalda
dibujando constelaciones
con tu dedo más índice.
Que tu presencia no irrumpa
en mi libertad
pero que siempre sea una sorpresa
y una alegría
saber que nunca jamás estaré solo
si acaso es que me pierdo.
Que te pasees por todo mi cuerpo
y que llores sobre mi vientre
para sembrarme semillas
que pronto sean mariposas
y vuelvan, como hacen siempre,
a dignificar la maravilla.
Que te amarres a mis manos fuerte
porque tengas miedo de morirte
y alejarte de la belleza
resuelta en dos cuerpos
cómplices de haber coincidido
en tiempo y espacio.
Y que me peines el alma,
y me despeines el pelo
y la risa,
y dormirme así,
escribiéndose la palabra hogar en tu pecho
en su lado izquierdo.