Me amenazas con volver.
Como si en algún momento hubieras sabido irte.
Como si no supieses que mi cerradura ya no te echa de menos.
Quizá, tal vez, por una excepción que nos confirme que no hay reglas,
te tropieces con el bache que no supiste saltar al abandonarme,
te des de boca contra la usura de ilusiones y te sangren los ojos al verme sonreír.
Yo, te amenazo con abrirte la puerta que un día fue portazo,
con despejarte la incógnita y sembrarte las dudas para que, llegado el invierno, tengas certezas en tu pecho estéril.
Me dices que uno nunca se va del todo de donde fue amado.
Y tienes razón, te reservo el más nuevo de todos mis espacios.
El olvido.