Me gustaría serle fiel a mis impulsos de perra en cielo.
Jurarle al espejo que antes que nadie, estoy yo.
Toda mía. Toda para mí.
Pero siento cierta satisfacción cuando meto el dedo en la herida
para volver a ver tus manos.
Tus recuerdos están mojando a mis ganas
y limpian todo atisbo de besos ajenos.
Joder, qué has hecho de este cuerpo que yo sostengo.
De este saco de carcajadas acumuladas que,
sin querer,
suelta su risa y acto seguido se sorprende acordándose
del sonido de la tuya.
Ojalá vuelvas.
Ojalá vuelvas.
Y, sin embargo, te quiero tanto que ojalá no lo hagas.