Hogar paracaídas

Recojo de mi vientre un cementerio de mariposas
como quién barre la casa del pueblo,
allí dónde solíamos jugar.


Ahora solo hay polvo
y cenizas
y una silueta pintada en el suelo
de lo que fuimos.
Voy a soplar y no me lo impidas,
no agarres de mi mano fuerte
que sabes cómo pellizcarme el corazón.


No,
definitivamente no,
no me lo impidas,
que nuestro fuego se merece otro final
y qué mejor que empezar por desnudarnos de principios.

En mi estómago
hay alas rotas que aún esperan que me salves,
pero no me tientes,
no lo intentes,
no las pegues,
porque cerquita del sol
todos somos almas frágiles
a punto de rompernos.


Y luego la caída es grande,
y luego duele,
como duele enero
cada vez que no vuelves.

Quizá tanta luz me ciegue.
Quizá tenga que volver a descalzarme.

Sé verdad,
con eso me basta,
no necesito que mientas al aire
ni que a un desierto lo vistas de estrellas
ni siquiera necesito que cubras tus cicatrices
para hacerme más llevadero este rotundo paréntesis
entre tu cuerpo
y mis ganas de aprenderme cada esquina de tu cuerpo
para que no vuelvas a llorar solo y sin paraguas.

Déjame sangrarte
y besarte el rincón donde más duelo,
que yo nunca quise ponerle tu nombre a mis monstruos
pero acabe escribiendo ansiedad en mi pecho
y no tuve más remedio que pedirle a la poesía consuelo
para olvidarte.


Tuve demasiado miedo de vivir con la mano colgando bajo la cama
esperando que volvieras de madrugada
y por eso, ya me ves:
escribiendo
que
no
quiero
que me salves.

No me salves.

Me digo que ya no te quiero
tan solo para que el tiempo no me vuele
y al final no me quede más arena en los bolsillos,
que ahora ya dudo de si existen los faros
para quién siente que el océano es demasiado inmenso.

No quiero ser solo tu salvavidas,
pero es que es inevitable
ver cómo tu mirada llama a mis ojos
hogar paracaídas.

Sálvame,
si acaso es que quieres salvarte.
Gáname,
si acaso es que quieres ganarte.
Tócame,
si acaso es que quieres tocarte.
Perdóname,
si acaso quieres perdonarte.
Y quiéreme,
de la misma manera:
si acaso es que quieres que yo te quiera,
si por absurdo quieres quererte.

Pero no voy a ser la resaca de una playa de marzo
que ruega al invierno por amanecer en tus caderas.
Tampoco seré las promesas de primavera
que volarán tus pestañas
para cumplirte los besos.

Solo prometo ser verdad,
palabras consentidas,
con sentido,
tu hogar,
tu salvavidas,
mi pecho abierto para ti
en paracaídas.

Lo siento
porque aún mis ojos te dictan despacio
dos palabras
y ocho letras,
que no sé si a ti te hieren el alma
o si hielan el centro de mi universo
.

Lo siento,
porque quisiera arrancarte el corazón a bocados
para luego entregártelo en los labios
aún vivo,
latiendo,
para que así lo entendieras.

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Fer Probanza

Fer Probanza

Madrid, 1987. Convencido en mirar la vida con unos ojos que lo capten todo. Aunque a veces me sangre el corazón. Creyente del ser humano. Estudié Magisterio de Educ. Primaria. Me gusta la fotografía y escribo. ¿Por qué? Para alcanzar la luna.

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