Estas calles ya no les resultan desconocidas a mis ojos.
Pese a ello, sigue sorprendiéndome el alzar la vista,
ver tanto y tan aparentemente infinito. Vidas y más vidas enjauladas en un mísero cuadrado en el que se superponen decenas de lascas,
como abejas en colmena, pero sin comunión alguna. Ignoran su cautiverio.
Desde hace tiempo, no lo puedo obviar,
como lo obvian ellos.
Ojalá pudiera hacerlo! Bastó el haber vuelto a ser consciente
del incesante bullicio de los coches que van y vienen, pues no hay peor sordera que hacer silencio dónde no lo hay.
Necesito huir,
huir lejos, huir a la montaña,
dónde nadie ni nada, más que lo real, me rodeé.
Aquí solo hay vistas a ninguna parte,
ríos vacíos, mares infestados, tierra muerta.
Caminante, no hay camino.
Poema de Alejandra Vega Martín