A mil versos de distancia dejo de sentir el latido de lo nuestro,
en la fiesta del aire que está varado en mi universo,
éste que tan lejos se llama «tu nombre» (no lo recuerdo).
El vasto cielo gris que no termina y el sol entristecido,
arremolinados tras tu pecho de corazón y piel suaves,
acanalado por las manos de tu dios en el ocaso,
nostálgica imagen que se celebra por todo lo alto.
A mil rimas de distancia el viento se llevó en silencio
aquellas palabras que no nos dijimos a tiempo,
y resuena una mueca de risa a modo de sarcasmo e ironía,
riéndose del festín que mi mente traduce en una eterna sinfonía.
Acallo este suspiro que ancestro se vuelca en mi vello, si no cano,
sí en un horizonte sin esperas, que hasta sedente se maneja
entre hostil hueso de remo, que viaja… que se aleja.
Pero alejarse no es huir para siempre, amor;
a mil versos de distancia te olvido porque debo,
y no… no tengo miedo.
Fotografía: Acantilados de Seven Sisters, Inglaterra (Marina Crovetto, 2016)