Nosotros dos
crearemos un amor tan diferente
que nos van a tachar de bárbaros y escapistas
de las leyes y feudos de los amores convencionales
con sus buenos días princesa
y el vomitivo
buenas noches gordi.
No nos haremos fotitos empalagosas
de nosotros dos
besándonos en Roma
ni en Paris.
Prefiero fotografiar tus orgasmos
o tus tetas, y masturbarme
cientos de veces
cuando no te tenga cerca.
No tendremos una canción favorita
sino un millón de balas;
tampoco tendremos película,
sino dos millones de excusas para follarnos
en domingo.
Mi amor no se demuestra en el silencio
de una sala de cine
envuelta en la oscuridad y emociones
de películas de Paramount,
ni en los etéreos sonidos de los sorbos
de una Coca-Cola tamaño grande
para dos.
No reconoceremos SanValentín
y tampoco nos dejaremos caer en el tópico
que habéis creado
del ‘yo te quiero todos los días, mi ratoncita’.
No te regalaré flores ni bombones,
sino espinas y aguardiente
en las heridas.
No serás mía, ni yo seré tuyo,
sino que ambos seremos de nosotros,
sin obligaciones de oficio
ni responsabilidades ante la ceguera
de un amor celoso,
el cual no permitiremos.
Nuestra premisa será vivir.
A secas.
Yo prometo pasarte facturas de millones de guarradas
por debajo de la mesa en
cenas formales,
jurarte declaraciones de independencia
con respecto del mundo,
trozos de mi piel sobre trozos de tu piel y
mojarnos de salivas y semen hasta
sentir el mar que tanto te gusta, y
abrazarte la cintura mientras
vemos amanecer desde tu sofá.
Te amaré sin decírtelo,
ya sabes que mi boca está mejor presa
en tus pezones
que en la jaula del ‘te quiero’.
Comeremos mandarinas hasta convertirnos en mandarinos.
Viviremos un amor canalla
basado en robos de besos,
atracos a mano armada bajo tu falda y
otros tantos delitos en baños de garitos.
Cuando te cautive el miedo y
el ‘a donde va todo esto’ entre en pantalla,
te dejaré libertad para que te encuentres,
pero tendré mi bandera siempre en alza
para que no me pierdas.
Haré malabares con tus dudas,
te responderé con un ‘tú’
cuando la pregunta del
‘que te pasa’ inunde mi celular y
cuando decidas ponernos en punto y final,
te digo, flaca, que
sabré aceptarlo sin poemas llorosos,
ni alcoholes, ni mujeres en excesos,
bajo la excusa del olvidarte,
cuando lo único que pasaría
sería demostrarme cuánto te echo de menos
y lo imbécil que he sido por perdernos