¿Os imagináis un museo en el que no esté permitido el acceso a menores? ¿Y una librería en la que se pida el DNI al entrar? ¿Y un concierto que sea tan sólo para mayores de 18 años? Ah, esperad, esto último no nos suena tan raro.
Hace ya muchos años que los menores de edad son privados de asistir como público a conciertos y otros eventos similares, y tampoco pueden participar en ellos. La razón de esta medida y de esta ley es en teoría la prohibición de la venta de alcohol a menores de edad; sin embargo, éstos pueden entrar en restaurantes, muchos bares e incluso asistir a festivales. Por ello, no puedo no ver esta medida como una manera de alejar a los menores de la cultura y también como un ataque a las salas pequeñas, que para realizar conciertos para menores tienen que pagar una licencia y retirar del local todo el alcohol y el tabaco (que no se venden tampoco a los asistentes mayores de edad ese día) y toda la publicidad que haga referencia a estos.
Sin embargo, el último domingo de marzo tuvo lugar un concierto en el que los menores tuvieron acceso a unas cuantas horas de libertad y de cultura. Hey! darling, Cocoa y Agente Naranja fueron los tres grupos participantes en el evento organizado en el Café La Palma.
Hey! darling es una banda que suena a magia y a dulzura gracias a su combinación de voces y a sus guitarras y teclados. Con canciones como Esto o morir el grupo hizo que su público sintiese mariposas en el estómago. Cargaron el ambiente de amor y de ternura y sus temas atraparon a los asistentes para no dejarlos ir, para parar el tiempo.
Luego llegó Cocoa, que dan sus primeros pasos como banda prometiendo muchísimo. Al comenzar El bosque el público reconoció la melodía y cantó la letra. Y además hubo sorpresas, como la entrega de una tableta de chocolate a una de sus seguidoras o la versión del clásico Yo soy aquel, de Raphael.
Por último, Agente Naranja nos demostró que es una de las jovencísimas bandas que pisan más fuerte. Entre versiones de Izal o Lori Meyers y canciones propias, como Vámonos (con la que comienzan sus conciertos) y Se acabó, consiguen que su sonido sea totalmente sólido. Los cuatro miembros se comportan con una madurez y una compenetración increíbles sobre el escenario. Parecen decir, al igual que sus compañeros de generación, «estamos aquí, hemos llegado para hacer música, para demostrar que los jóvenes también queremos dar y recibir cultura». Y todos ellos van a seguir haciéndolo por mucho que les quieran callar.