Amanece.
Resuenan en la cabeza
como asfalto recién sembrado
todas esas promesas que avalan al caos y a la podredumbre
de un abrazo que colma al mar más en calma.
Nadie se mira al espejo para recomponer los pedazos
sin más.
El peso de la pluma se vuelve incierto
se atraganta del humo usado
que forja el pasillo,
que cae sobre la espalda en ruinas,
que reconoce al polvo en la partícula más extrema.
Aire.
Los pulmones se consumen de aire
repartiendo sílabas en letras
de palabras que no conoceremos
de palabras que no nos definirán.
Aire.
Cómo mirar hacia abajo y caer…
Cómo mirar hacia arriba y caer…
Mediodía.
¿Lo oyes?
El tiempo se ha vuelto un arma
El tiempo, detenido,
aprieta los tobillos.
Y ahí, resiste,
como la cuerda para el ahorcado
como el faro para el marinero anclado
como la piedra para el camino de vuelta.
Tan sólo dime, ¿puedes, acaso, oírlo?
Penetra y ejecuta,
lento,
y deja una huella azul de las que no abandonan.
Y vuelve a penetrar,
lento,
más lento aún.
Y todo se olvida,
como un segundo nacimiento
que no es un regalo,
sino una condena justa.
Somos el rompecabezas de la creación
y nada entendemos
pues saltar hacia atrás no provoca vértigo alguno.
La pared frena.
La pared retiene.
La pared
golpea, también un poco.
Primera hora de la tarde.
Y el cielo nos cubre
para no contemplar a los dioses.
Nosotros, que somos humanos en la medida en que morimos
cada día un poco menos,
retrasando la fiebre,
acumulando la ira,
retrasando el infarto,
acumulando la paciencia,
retrasando el tumor,
acumulando la sabiduría.
Porque después
nada será eterno
pero en este ahora vivimos
atrapados
como la sombra bajo el árbol.
Y así,
en el silencio más inmediato
sé que no has podido oírlo
Lloraría, si sintiera pena, lloraría.
Lo juro.
Noche
Las casas que no tienen nombre
siempre encierran una historia.
Habitarlas es inútil.
Son una suma imposible de muebles y ventanas
que nunca pertenecerán al hombre
porque preceden a su llegada
y permanecen tras la despedida
como la única solución material posible al vacío.
Si pudieras ser casa sin nombre, existirías.
Y yo te llamaría sin necesitar la voz
sin necesitar el lenguaje.
y atravesaría la puerta.
Para quedarme.