No hubo «hola», fue un beso.
Tu sonrisa era un tráiler del verano,
Te acababa de conocer y ya olías a despedida.
Me tenías ganada desde el minuto uno,
pero estaba dispuesta a fingir la guerra.
Nunca llegamos a ser nada,
pero fuimos mucho.
El chico más afín de toda mi vida;
ya se sabe lo que pasa con las líneas paralelas,
llevan la misma trayectoria pero no se cruzan.
El amor no es eterno mientras dura,
sino mientras le escribes.
No sé qué siento:
Alegría (del por fin),
rabia (del por qué)
o incertidumbre (del y ahora qué).
Perdí tantos trenes
por tu ombligo.
El café se me sigue quemando
pero son otros los que me hacen contrapeso en el colchón,
a los que les eclipso la pantalla cuando ponen una peli,
y quienes me cuentan sus historias tontas.
(Les echo pronto,
no vayamos a ser carne de poema).
Pero ninguno pregunta qué lado de la cama prefiero,
no te preocupes, no pienso quererles,
hay corazones que cierran por liquidación de existencias.
Lo siento,
Madrid ya no me huele a rock and roll.
El amor no mata,
pero sí muere.
Seguiré siendo adicta a las metáforas y a las mentiras
(como si no fueran lo mismo).
El «volveremos a vernos»
al final era cierto,
pero tú con ella
y yo con nadie.