Artista, me llamabas.
Colgabas del cuello de mi modestia, medallas con sabor a admiración.
Por como trataba todo lo que hacía, por como incrustaba en cada detalle una parte de mi, que a mis ojos era invisible, pero hacía sonreír los tuyos de orgullo.
«Con ese talento que tienes, no te queda otro camino que ser alguien, alguien importante que hará soñar a los más incrédulos»
Pero un día te fuiste, alegando disconformidad en mis bocetos.
Y no volviste, por muchas siluetas que intento crear en nuestra habitación..
El secreto es que ya no soy nada.
Y si alguna vez fui artista,
si alguna vez tuve un talento,
sin duda fue,
el intentar al menos,
hacerte feliz.