Si hoy me notas fría es porque me preparo para ir a la Antártida.
En este continente en que tú y yo vivimos el calor es tan fuerte que es tangible. Más tropical que el trópico. El calor es un ser vivo, es un mono gigante y peludo que se multiplica en las ramas de los árboles.
La vida a esta temperatura es agotadora.
El cuerpo se me hincha como una palomita de maíz: la carne, el hígado, los pulmones crecen y crecen y apenas puedo contenerlos. Soy los dedos de un señor gordo en Agosto.
La piel está traslúcida de tanto estirarse, de tanto darse de sí para cubrir la inmensa materia viva en que me estoy convirtiendo.
No me sale la voz; mis gemidos son los últimos escupitajos de humo de un dragón que se muere.
Cada movimiento es intentar alcanzar una cumbre sobre arena.
Mi alma salta como pescaditos en aceite hirviendo.
No todos los materiales aguantan este grado de intensidad. El plástico se derrite por mucho menos.
Entiéndeme, estoy a punto de fundirme. Renuncio al calor. Renuncio.
Imagen de cabecera: Julieta Lovaldi