¿Qué podemos decir?

Del diseño de esquemas para la eternidad que accedí a perder

con la esperanza de poder seguir

buscando.

El mismo que acepté, en su día,

como un pedazo de cielo hecho sabanas, un paraíso de bajo coste

que ni siquiera me acercaba a merecer.

El mismo que ahora estalla en una enorme bomba de humo, algo parecido

a mi habitación a las tres de la mañana.

El mismo examen para salir de perro callejero que me ayudaste a pasar

pasando lento, para que aprendiera a aullar en condiciones,

cuando me esforzaba en no aprender absolutamente nada.

 

Qué

podemos pedirle a la eternidad si ni siquiera sabemos qué hacer solos los domingos,

si aún siguen en mi ventana todas las notas que me dejó, para no volver,

aquella historia “para siempre”, en la barra de favoritos aquel piso que íbamos a mirar

para cambiar de vida al año siguiente,  si ya ni recuerdas el primer beso en la luna de Madrid,

o el último en aquel metro de getxo a san mamés.

Qué

esperamos de una vida con las manos atadas a la espalda,

con una cobardía disimulada, con una sonrisa de oreja a oreja a cada desliz,

con la esperanza

puesta toda

en la suerte.

 

Ahora empiezo a entender la fugacidad

casi suicida

de todos los que vinieron antes,

la decepción hecha tristeza de huir por falta de opciones

el rosado en las mejillas, al quedarte, por si, al final, acabas encontrándolas.

Y no. No nos sirve seguir adelante, respirar el humo que amenaza con no dejarte dormir

y aceptar

que reducimos a un vuelo de moneda

toda la magia del minutero.

 

No nos sirve.

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Pablo Benavente

Pablo Benavente

1989. Gaditano por nacimiento, apátrida por convicción. Préndele fuego a todos los clavos que quieras, que yo me voy a agarrar a los mismos.

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