Me gusta en pedazos y rota,
sonriendo a descaro,
como sabiéndose cautivamente guapa,
cuando yo la miro así,
tan de nadie
y tan mía.
La quiero loca,
loca y salvaje,
como cuando no tiene miedo a la vida
y se muere con cualquiera,
sabiendo que solamente yo
la salvaría.
La quiero libre,
libre y cercana,
como alas y respiro,
como cuando puede con todos
y sin embargo,
solo quiere conmigo.
Ella es el pasado de una noche
y el futuro de otro día,
tiene hambre de locura
por debajo de su ombligo,
ama por encima de la luna
y hasta bebe del olvido,
y en cada trago
lleva la mentira dolorosa
de que ese su sabor,
nunca será mío.
Confieso que me asusta su fuego de poesía,
me gusta verla arder libre,
y decirse que se prefiere sola
como malgastando más palabras,
por no decirse mía.
Es capaz de enamorarse de todo
especialista en no quererse nada,
brilla por su falta de metraje,
ama la vida
y bebe la noche,
es reina en su cama
y hasta a veces me conquista,
pero aún así
no deja que la llame mía.
Sabe de promesas,
de susurros en carne viva,
de mentiras de cristal,
de balas
y de heridas.
Tiene cientos de defectos
pero no puede evitar el sonreír con indecencia
cuando me mira
y me miente que no es mía.
A partir de ahí,
yo ya no puedo hacer otra cosa más que creerla,
pues poco a poco, estoy empezando
a amar
su mentira.