Armado hasta los dientes,
provisto de hechizos,
de corazas,
de escudos contra su encantamiento,
entré.
-«Has visto mi puta alma»-, me dijo.
Sería mentira, decir que salí ileso.
Sería mentira, decir que no he luchado.
Sería mentira decir que no había dejado adrede mi corazón
en el fondo de ese bosque encantado.
Un bosque que hacía de su mirada,
la más grande aventura
que me quedaba por vivir.