«Querida Edith:

No sé si te acordarás todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero con el cual aceptaste pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para tirar al Sena un barquito de papel, para prestarte un jersey verde (que todavía guarda tu perfume, aunque los sentidos no lo perciban).

Soy yo, el hombre que te dijo, al despedirse de ti delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre. Pienso en las ganas que tengo de volverte a ver, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que estés ya muy cambiada, de que no te divierta la posibilidad de verme. Por eso te pido desde ahora y te lo pido por escrito porque me es más fácil, que si ya tienes tu vida hecha, si no necesitas este pedazo de pasado que soy yo, me lo digas sin rodeos. ( … ) Sería mucho peor disimular. Me gustaría que sigas siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que pronto, un día, pueda prestarte otro jersey.»

Julio.

Traducción libre.