No hay naufragio mejor que el de mis cabellos, cuando los mece la brisa fresca de la noche. La lluvia cae, estrellándose con rabia contra el asfalto, dejando huella como en las grandes despedidas. Tan pronto cae, de forma atormentada, estridentemente, como sumisa, apenas perceptible en esta balsa nocturna de estrellas brillantes.
Me sumerjo en el océano oscuro de la calle. Buceo entre las ramas de los árboles, que bailan moviéndose de un lado a otro y yo bailo con ellas, con los brazos extendidos, el pelo mojado por la lluvia y el vestido girando violentamente. Contengo la respiración y sigo buceando, entre corrientes y acantilados.
Todas las estrellas se acompasan en un mismo camino, brillan galantes, coqueteando con su reflejo. Yo las miro, ¡y grito de felicidad! Les sigo el juego y coqueteo con ellas, con mi reflejo. Me atrapan, como una sirena a sus marineros, y me arrastran por las calles mojadas. Grito. He perdido mi reflejo, las estrellas ya no coquetean, ahora solo brillan, más pálidas que antes.
De mi boca salen burbujas, grandes burbujas de colores. Flotan a mí alrededor, surgiendo más y más. Y de ellas sales tú. Tú y mis recuerdos sobre ti: tú afeitándote temprano, con abundante espuma en las facciones, restregando con delicadeza la navaja de abajo a arriba. Tú, fuerte y moreno, trayendo mi desayuno favorito; leyendo el periódico mecido en la butaca azul, al lado de la ventana, besado por los rayos del sol y la fragancia de las flores. Tú y las mañanas en el campo, recogiendo fruta y mojándome con la manguera. Recogiendo moras y frambuesas, hasta terminar con la boca colorada y la ropa teñida de otro color; las despedidas bajo el sol, con lágrimas brotando de mis ojos […]
Las burbujas me persiguen, explotan en mi nariz, en mi boca, en mis oídos, dejando el pardo sonido de tu risa. Me siento en mitad de un ritual salvaje de dolor. De gritos ahogados y sacudidas de tierra. Camino, cada vez más rápido, de espaldas, hipnotizada por el sonido de las pompas al romperse con el tacto de la lluvia y el eco de tu voz. Corro, con el peso de mi corazón sobre las piernas.
Acelero, tratando de dejar atrás los anhelos- tu camisa de cuadros rosa y blanca- hasta toparme con el vacío, el infinito de los infinitos. Un agujero negro, lleno de burbujas de colores con el reflejo fugaz de las estrellas. Un vacío de estómago. Un vacío cósmico. La tentación de la serpiente a un paso. El susurro del fin del naufragio de mis cabellos. Sólo en un paso. El fin de las tormentas y las sacudidas de mi cabeza, el fin de las corrientes que me arrastraban al océano. A un paso.
A un paso. Siento cómo la corriente me empuja hacia la oscuridad. Las burbujas explotan en mi pelo, haciendo eco – eco, eco, eco, eco-de tu “nos veremos pronto”.
A un paso. Sólo a un paso.
Autora: Agnes. M (Inés Martínez)
Fotografía de cabecera: Juan Manuel Menéndez.