No es la imaginación que muerde tu boca,
ni es el llanto que espera tu ausencia,
no es la llama que arde en tu puerta,
deseando trepar por tu ropa.
No es la vida que suena dormida,
ni es el canto que grita las penas,
no es el ladrón que te roba las tuercas,
de esa mente tan loca y tan cuerda.
No es el agua que llora salada,
ni el escudo que esquiva tus balas,
no es la huida que corre cansada,
por caminos repletos de falacias.
No es el pétalo que atrapa el rocío,
ni el silencio que existe en mi cama,
no es el día ni las madrugadas,
que aporrean con fuerza mis ganas.
No es la llave que abre pulmones,
ni es el truco tan falto de magia,
no es el aire que vaga en la calle,
apuntando a narices extrañas.
No es la hora escasa de tiempo,
ni es el segundo que llega primero,
no es la meta que paso en mis años,
juzgando a mi juicio tan vano.
No es el delirio de acordes agudos,
ni la charla que tramita el olvido,
no es la amistad que protege los ruidos,
de los cuentos ya inocuos vencidos.
No es mi latido al compás de tus besos,
ni el instante en cuanto te veo,
no es la pasión tiritante en mis venas,
ni el butrón de mi larga condena.
No es mi sordera presente en el mundo,
ni es la fotografía que capto serena,
no es el amor que hilvana mis fechas,
eres tú, mi exceso de historia.
Fotografía: Calblanque, La Manga (Marina Crovetto)