¿Cómo sería elevarse hasta el valor
de la moneda del tiempo,
que escrita en papel traslúcido
no ve ni tiene excusas,
y cerrado bajo llave la ignorancia
no procesa?
Volar junto a su esencia,
y sus átomos perdidos,
disipándose entre el agua
que la lluvia no intimida,
y cae en vez de volar,
en lugar de quedarse planeando
-allá arriba-
con los pilotos blancos del aire.
Te extraño, lo admito,
y no paro de imaginarte
en ese rojizo instante
de sueños que se escondían
tras aguas marítimas,
menores y mediterráneas…
y que escapan a ninguna parte
-quizá a tu silencio-.
Tu boca sellada se eleva
hacia un mundo sin imágenes,
donde tampoco hay palabras,
solo estampas y sellos,
sobres de madera
cerrados con grapas,
sin carta dentro
a pesar de querer gritar.
Me enfada tu falaz libertad,
que hipnotizan mis ganas
de querer saber más… y más.
Y elevan; transpiran en la piel sin sudor,
sin poros, sin calma, sin calor…
Y dime…
¿cómo sería elevarse hasta el valor
de la moneda del tiempo?