Tenía la piel marcada por las heridas de cada ausencia
Arañaban las agujas del reloj el rostro de aquella antigua fotografía
Carecía de capacidad bastante para retener sus silencios
Y despojaba sus miedos acordándose de esas manos.
Lamentaba el no saber olvidar
Y recaía en el vacío de haberse cansado de sentir
Vivía sonámbulo y gris
Caminaba de puntillas por sus conflictos desafiando la cuerda tambaleante por la que se deslizaba
Y en sus días…
Preciosos precipicios
con ese nombre escrito en cada piedra.